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La vuelta a un sueño infantil. Vencer la muerte por la monotonía de los años. Que ella nos pille cansados, sabios, para aceptarla mansamente. Comprendiéndola. Sabiendo de su necesidad. No buscarla sino saber esperarla agotando satisfechos nuestras energías en alguna noble repetición, quizá de los libros y las pequeñas alegrías. Es sólo un ejemplo: escribir una Historia de Roma en veinte volúmenes... y morir de viejo a los 90 después de haberla concluido. Los libros mejor que los hijos, que estos crecen y hacen estallar los ardides del espíritu.
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martes, 1 de diciembre de 2009
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