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La infancia es mágica, sobrehumana. Pero esto se aprende después. Entonces, las tristezas -que también se recuerdan, por supuesto- eran sólo niñerías que duraban hasta el siguiente juego, el perdon de los padres o el sueño reparador. El niño. al menos cierto tipo de niños a los que yo pertenecí, no creían que ningún dolor fuese definitivo. Las alegrías, en cambio, lo eran de verdad, porque aún hoy las retiene el espíritu como arquetipos de la dicha infinita.
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martes, 1 de diciembre de 2009
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