sábado, 27 de marzo de 2010

Poema

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Acaban mis manos
en un abismo sin dedos
infinito de sombras.
Cicratizados muñones
redondeados, bellos,
perfectos de tiempo
y de asir el aire
y el frío deseo
de las formas sencillas
y compactas.
Unos pequeños pechos
de calor carne
o un viejo libro
imposible de perder.
Sueñan mis manos
con dedos danzarines,
aprendices del baile,
y siempre llegan
con la última nota
de la dormida orquesta
y los invitados
celebrando entre sábanas
la amnesia de la noche.
Porque hay manos amputadas
que acaban en unas vísceras
ennegrecidas y desbordantes.
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