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"Todo fluye". Difícil aprendizaje. Que no hay dioses, y la maldad y la bondad -más escasa- son inevitables. Que la vida es dura e injusta, pero 'injusticia' es una palabra vacía. Progresivamente va desapareciendo la novela hasta convertirse en una fría descripción del totalitarismo soviético y su necesidad intrínseca de asesinar al individuo. Stalin, el gran sanguinario, es fiel a la lógica lenilista del valor absoluto del Estado. A cada página, tras el rostro de Ivan va surgiendo el de Grossman. Terminas habiendo leído un frío e inapelable informe. Pero ni es posible el olvido, ni la memoria evitará que repitamos la cruel historia.
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viernes, 12 de marzo de 2010
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