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La tradición bíblica muestra su pasado a la sombra de la cultura Acadia. Pero resulta más interesante comparar la actitud del héroe Gilgamesh con la de Ulises. En ambos casos se produce un descubrimiento -en primera persona- de una nueva humanidad más compasiva y consciente del límite que la muerte nos impone. Sabio es Gilgamesh al llorar a Enkidu, como lo es Ulises al matar a los pretendientes o al sentirse totalmente abandonado al albur de su nimio destino solamente humano.
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Los dioses y la vida de ultratumba también son muy parecidos en las religiones sumeria y griega. El hombre abandonado por los dioses -más bien insalvable por ellos- que se rebela contra su mísero destino hasta que termina, en un acto heroico, por asumirlo. La fama, tan importante en ambas epopeyas, termina mostrando al final su engañoso valor. Gilgamesh es también una figura trágica. La épica encierra su verdad trágica. Porque, como diría Zaratustra con el corazón helado ¿para qué una vida épica, para qué la libertad?
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miércoles, 17 de marzo de 2010
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