Monterroso, casi siempre muy bien, en su tono de buena y placentera lectura con algún parrafito, sólo esporádico, de profundidad. Defraudan sus inevitables escarceos castro-sandinistas... por fortuna son muy poquitos.
Monterroso cita a Eliot:
Time for you and time for me
and time yet for a hundred indecisions
and for a hundred visions and revisions.
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¿Un escepticismo inteligente y tranquilo? ¿Cómo, para qué, para quién? Quiero creerme, como buen decandente, más afín a los helenos de antes de Grecia y Dionisos. O dogmatismo y vitalidad, o bien escepticismo confuso, polémico, contradictorio e impaciente. La impaciencia es el signo del verdadero escéptico.
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No sé por qué, pero me he acordado de Panero, Leopoldo María: y el semen es la saliva y es la tinta, y el folio, el viento y la página, y el hombre, el poeta, es tan víctima como verdugo... y querer trascender el diabólico enredo de las palabras y los sentimientos es imposible, y en eso consiste el poema.
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El terror a la página en blanco, o quizá el pudor -ya no se debe hablar de miedo- ante la fácil mediocridad. La propia e insalvable -y más que justificada- mediocridad. Un sólo poema, uno sólo valdría lo que cien vidas de apresurada y superficial literatura.
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