Algunos poemas de Rafael Calero, de su libro 'Versos de alambre de espino'. Como todos los poemarios, de contenido dispar, pero como sólo algunos, con bastantes buenos versos, de los que transmiten la sencillez y alegría del acto creador. Poemas que se confunden con la propia respiración del poeta en ese momento a solas en el Universo con su alma y una hoja en blanco. El lector, ciertos lectores al menos, agradecemos esa pulsión que en nosotros renace cuando se leen los versos realmente poéticos. Adjetivos, para los poemas y para Calero: febril, sencillo, directo, amante de las palabras (en su jugo se escurre el alma y la vislumbras unos instantes) y descriptivo en el más noble sentido -porque no hay aullido sin boca ni mundo sobre el que reír y llorar-.
He seleccionado 11 poemas. Hoy les muestro 5.
AUTORRETRATO (O ALGO POR EL ESTILO) EN DIEZ VERSOS
Me llamo Rafael.
Nací en el mes de febrero.
No soy muy alto.
No soy muy bajo.
Mis ojos son grandes y miopes.
Casi nunca recuerdo mis sueños.
Me gustan las canciones tristes de Tom Waits
y los días de lluvia.
Prefiero una palabra a mil imágenes.
Aún no he aprendido a volar.
GINEBRA Y LÁGRIMAS
¿Qué le dices a un hombre que reconoce no tener alma?
Cormac McCarthy
Al final de la calle,
un tipo con pinta
de John Wayne,
bebe,
sentado en la acera,
ginebra barata
directamente
de la botella
mientas fuma un cigarrillo.
Viste vaqueros desteñidos
y una camiseta blanca,
llena de manchas,
con la frase
“Jesús te ama”
escrita en letras negras.
Un viejo pastor alemán
merodea, despistado,
a su alrededor.
Un coche rojo pasa
a toda velocidad
escupiendo los acordes
de Heartbreak Hotel.
Los ojos del hombre tienen
un brillo extraño,
como si hubiesen vuelto
de un viaje sin retorno,
como si hubiesen visto
ante ellos un ejército
destruido y olvidado,
como si hubiese perdido el alma
jugando a los dados,
como si ya nada importase.
SUCIOS POEMAS DE AMOR
La vida es en blanco y negro
Antonio Orihuela
Las tantas de la madrugada
de otra noche que navega
sin rumbo,
que ha perdido el norte,
y ahí sigues,
prendiendo fuego a tu soledad,
adentrándote en el corazón
de tus tinieblas,
disparando balas de plata
contra tus pesadillas,
escribiendo sucios
poemas de amor,
como un vulgar poeta americano
en una pensión de mala muerte.
MATA A LA TELEVISIÓN
Sal a la calle y busca el sol.
Escribe en las paredes con pintura roja.
Tatúate en el hombro derecho un verso de Lou Reed.
Compra flores y plántalas en el asfalto.
No dosifiques tus besos, ni tus caricias, ni tus abrazos.
No digas nada en presencia de tu abogado.
No des codazos para llegar más lejos.
Aprende a diferenciar a los buenos de los malos.
Lanza los dados cuando estés preparado.
Coge tus alas y vuela, vuela alto.
Invierte todo tu esfuerzo en ser feliz.
Date una vuelta por tus sueños.
Canta canciones de cuna cuando estés borracho.
Lee libros que aún no se hayan escrito.
Sé siempre tú, no te defraudes.
Ámate por encima de todo.
Y si las cosas se ponen muy feas, no lo dudes:
Mata a la televisión.
LA DE TIEMPO QUE HACE QUE NADIE ME BESA ASÍ
Ella es muy hermosa.
El pelo negro, no muy largo,
le cae descuidado sobre los hombros.
Los ojos profundos, oscuros, invernales.
Ojos de mujer.
Viste tan sólo una camiseta de tirantes
y unas braguitas.
Todo blanco.
Está echada sobre la cama y sonríe.
Él no es guapo
pero, por alguna extraña razón
que se te escapa,
vuelve locas a las chicas.
Hablan de amor
con palabras que no son reales.
De repente, ella se levanta.
Se acerca hasta él.
Le acaricia el rostro y se besan.
Un beso poema épico.
Un beso distorsión.
Un beso gusano del mezcal.
Un beso cuchillo frío.
Un beso resurrección de la carne.
Un beso madrugada de insomnio.
Un beso diluvio universal.
Un beso collage técnica mixta.
Un beso arenas movedizas.
Un beso copa rota.
Un beso tatuaje.
Un beso coche-bomba
que dinamita los cimientos de la ciudad.
Un beso antorcha que provoca mil incendios pequeños
en el alma.
Y tú, sentado ante la pantalla del televisor, piensas:
La de tiempo que hace que nadie me besa así.
martes, 28 de abril de 2009
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