He estado cinco días un poco más a la intemperie que de costumbre. En tierra extraña y con gentes extrañas... sin mis madrugadoras cafeterías y con un exacto e impredicible dolor físico... ibuprofeno, tristeza y cinismo. Lecturas varias: Bernhard ('Amras'), Monterroso ('El resto es silencio', 'La palabra mágica'), Ortega y Gasset (pido perdón por lo imperdonable, pero por motivos inmorales, profesionales quise decir, 'El tema de nuestro tiempo'), Márai ('Tierra...' que avanza lentamente), Saramago (más perdones si caben, 'Las pequeñas memorias', realmente minúsculas), y algunas otras cosillas que no recuerdo. Quizás, contar algo de 'Amras', pero no ahora.
De compras: ocho o nueve libritos, que vaya precios. ¿Deflacción a 1.20 el café y los libros por las nubes?
Procesiones; ni una, por supuesto. Intento no ver siquiera las que van por dentro.
Un buen día, y entiéndanme, el más extraño, el jueves, que fui de entierro a 150 km. Un pequeño pueblito de 400 habitantes. No conocía al difunto ni a nadie... me escondí durante las ceremonias en una tabernucha y pude mágicamente reencontrame un poquito.
El miércoles por la tarde con M. en Gr. Lo mejorcito de la semana. El muchacho lo vale. De algún modo bajo las defensas y recargo algo de optimismo. Ya les digo, que me arrimo a los mejores.
Pd: otros asuntos: los beatos son gente fuerte... sólo pido que entiendan por qué se hacen ciertas cosas.
Pd (2): Angustia: vacío, dolor (físico) y una indefinible culpabilidad. Estado habitual del mono que llora. En plural, es nombre de mujer, y algunas, la verdad... ya saben.
viernes, 10 de abril de 2009
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