lunes, 15 de junio de 2009

Libros

Puro placer, pura ociosidad. La antigüedad del vasco (de la Edad del Bronce) y la laxitud y ambigüedad de lo íbero, permiten afirmar que el vasco (en su infinitos dialectos) es el idioma de los primero íberos. No queda más remedio que buscar los orígenes del vasco en las primitivas lenguas bereberes (Gabelentz y Shuchardt), pues sólo desde el África llegaron los primeros habitantes de España. No entro, porque me pierdo, aunque suena muy bien, en la distinción tajante (Philippon dixit) entre lo vasco y lo euscaro. Muchos toponímicos españoles prerromanos (en Galicia, Cataluña, Andalucía) son análogos al vasco; 'aratoi', '-uey'). Gómez Moreno afirma muy sabiamente que el lenguaje de los vascones (norte de Navarra y Alto Aragón) no era comprensible por los várdulos y caristios (vizcainos y guipuzcoanos); me lo creo, y diré que es muy dudoso que los mismos vascones se entendieran entre sí. Los romanos, muy dados a dividir sus demarcaciones políticas conforme a la división natural ya existente, distinguieron a los navarros de los guipuzcoanos y vizcainos. Todos los autores antiguos distinguían a los navarros de sus vecinos de la actual Vascongadas por la tez más oscura de aquéllos. Y el alma más negra de éstos, colaboro. Pura erudicción, puro quijotismo. Pura maldad sobrevenida y multiplicada. Esto es España de cabo a rabo. ¿A quién voté yo en las últimas, a un euscaro, a un várdulo o a un mero castellano alavés? ¡Vaya lío esto de la filología! Don Ramón Menéndez Pidal, amén de otras cosillas muy humanas, era un poco inocentón. ¡Pero qué placer, qué ociosidad malvada y dulce leer estas cosas cuando todos duermen!

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