lunes, 1 de junio de 2009

Poema

Si tuviese que quedarme
con una sola de mis virtudes,
sólo con una, sería sin dudarlo
con el hambre de ti. Con los ojos,
con las manos, con las papilas
gustativas y hasta con ese sexto
sentido del que hablan los místicos
y el tantra más prohibido.
Tan excelsa virud, tan apodíctica
santidad, la compartiría contigo una
y otra vez hasta que el Dios casto
y asustadizo aboliese de un suspiro
todas las otras morales y religiones,
tan de juguete en tus blancas caderas
y carnosos labios, tan de locura
y blasfemia para mis sentidos
y mi boca llena de tus partículas
y olor a Paraíso.

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