Paracetamol, ibuprofeno y distensán... y mucha paciencia. Al menos una semana. Eso ha dicho el señor técnico especialista en la maquinaria humana, el doctor relámpago, que en medio minuto me ha reconocido y diagnosticado. Esto no tendría mayor importancia si no fuese por el dolor de cabeza y el como en una búrbuja en que me hallo desde hace más de dos semanas. Mis pensamientos desde entonces, necesariamente más fugaces -muy respetuosos con mi delicado estado- se han tornado aún más pesimistas y vagos. Sigo leyendo y repensando lo de siempre. No veo salida. Tampoco luz alguna que me permita 'mejorar' mi espíritu. La idea misma de 'sanarme' me parece una humillante defección.
El Pessoa, fabuloso por supusto, permite ser leído de miles de formas. Literalmente lo hago yo en estos momentos. Esa necesidad innecesaria de la vida lúcida -el viaje no es necesario pero navegar sí lo es- que se traduce un una suma deconstructiva de días y posibilidades... una especie de medida higiénica para poder seguir haciendo lo de siempre. Le voy expurgando al 'Libro del desasosiego' algunas citas... pero no tengo fuerzas para pasarlas ni masticarlas bien.
Alternando con el 'Libro del desasosiego' voy leyendo las poesías completas de don Fernado... en edición bilingüe. Me gustan más, porque son menos poéticas, en español.
viernes, 9 de enero de 2009
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