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Ya no hay culpa de lo que pasa.
Lo dicen los viejos,
y algunos filósofos lo repiten.
A qué lamentarse
a qué pensar otra cosa
a qué, a qué decir nada.
Ha sucedido,
otro grácil brinco de la vida
otro azar de la mala fortuna.
Quizá estaba escrito desde antes del Universo
(desde su primer instante, aseguran
los que saben más).
No te lamentes,
besa tu torcido lomo
alza tu cerviz de mandíbula temblorosa
y seca al viento la mirada.
A qué lamentarse.
Mantente firme a la proa de la nave.
Espera erguido la siguiente embestida,
que igual es la última y ya nada quedará.
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lunes, 10 de mayo de 2010
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