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Soy nadie, soy muchos, soy uno más... son fórmulas acertadas pero inútiles. Cuando leo y garabateo servilletas (y el tema es siempre el mismo; la vergüenza, la ficción, los espejos y el placer). Cuando en el día a día, de puertas afuera como se dice, me defiendo mejor que peor con los asuntos y los individuos. Cuando en el cara a cara con gente para mí importante soy incapaz de hablar nada serio y esencial, como dándolo por sentado... ¿Por qué será que mis dos más mejores amigos son gente más bien callada... honesta? El espejismo de que cuando no hay palabras es porque no son necesarias y la comunicación ha sido real. Sí es real, absolutamente real, sin embargo, el calor que mis dos más mejores amigos que transmiten... ¿Acaso les doy yo a cambio algo valioso? Creo que no. Sólo sé ensuciar papelillos a la barra del bar, y cuando hablo y cuando actúo con la gente que me importa (algunos no sé por qué) no soy más que un Ignatius, pero sin genio y de la más mediocre condición.
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sábado, 1 de mayo de 2010
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