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La tristeza, me digo, es un hábito
no exento de sorpresa. Hay días
que resultan un poco más crueles,
hoy es 27 de mayo de 2010;
cuando el cansancio es más triste
y respirar se vuelve una proeza.
La ilusión es escasa (los ancestros
y los libros son los culpables)
y ardua de recoger en este ajado zurrón.
¡A qué malgastarla! me reprocho;
entonces cae un azar y la roba.
Con el cuchillo en las venas de la vida
y la mirada de todos los infiernos clavados
no soy capaz de defenderme.
Queda la tarde como un páramo
que llama al alma a retornar tierra.
Estas veces en que todo duele
y hasta la justicia es lo más injusto
y el amor lo más atroz e insensato;
esta tarde de sol y miedo (y de toda
la rabia contenida) sé que mis incontables
partículas elementales como mi reflejo
más exacto. Y hago memoria, y quisiera
saber de todos mis antepasados
para conocer mi destino y no apurarlo.
Hay días hechos para la verdad más fiel
en que una desfigurada máscara se pregunta
por qué fue nacida, por qué nadie vino a buscarla
y quedó allá arrojada en los arrabales de la vida.
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jueves, 27 de mayo de 2010
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