sábado, 5 de diciembre de 2009

Sábado 5

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Dar la vida por un libro. Por una idea o dios de cualquier mundo. Por uno mismo, por su manoseada integridad. Darla por la paz eterna, por la felicidad eterna y cuantas artefactos eternos podamos haber soñado. En un descuido de la conciencia -como en alguna película de terror informático- lograr desconectarla y quedar vacío de eternidad.
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La verdad, palabra terrorífica de frío silencio e impotencia, está siempre más allá o más acá de ella misma. Sólo en donde no podemos buscar se encuentra la verdad. Adentro, muy adentro de la propia vida, inexistente e inevitable. Más allá y más acá de nuestros sueños y nuestras inercias. Espectadores mudos y aterrados de ella si se la santifica, compañera en este dulce funeral si se la desprecia.
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