sábado, 27 de octubre de 2007

Democracia

En algún lugar he escuchado que ciertas democracias no son el resultado de una decisión colectiva moral, sino, simple y vergonzosamente, el instrumento más perfeccionado que ciertas sociedades más o menos industrializadas requiren para perpetuar la imbecilidad y la consiguiente dominación material de algunos sobre la mayoría. Algunas reflexiones.
Quién sabe si no han surgido, y surgirán, todas las democracias, todas, de tal manera.
Pretender una mejora real, cualitativa, de la democracia -mecanismos reales de control, sociedad bien instruida moralmente, etc.- será saecula una quimera.
El caso español, más a mano, parece confirmar tal hipótesis nefasta.
¿Será la Democracia Occidental, como ya alguién descubrió de sus ciencia y técnica, una manifestación más de su enfermedad mortal, el satisfecho amaneramiento de quien mucho soñó y nada pudo? mas aún, ¿no serán nuestras democracias la forma última de la indolencia moral y el egoismo más primario? Esto, la insuperabilidad de la mediocridad y el vaciamiento moral, explicaría la imposibiliadad de cuadrar el círculo de la Ilustración y la Libertad.

Transatlántico

Entre Fante y Fante, algún Azúa y, pura causalidad, 'Transatlántico' de Gombrowicz. La patria frente a la Filiatria; sugerente pero vacío y peligroso. Sí, quizá sólo un concepto negativo. Entonces es válido. G. muestra sus raíces con su escrupulosa defensa de la libertad.
La libertad y la inmoralidad como necesidades infernales. Paradoja fin de siglo. Deslabazado puzle social. La gran burguesía callada y propiciadora de la Barbarie nazi, que surgirá, no obstante, de sus propias filas aburridas e impotentes pero deseosas de acción y nuevas experiencias.
Lenguaje claro. Escenas extravagantes, absurdas. Libertad, inmoralidad y absurdo; una versión más limpia de 'Ferdydurke'.
La dimensión polaca del relato, por ahora, no me interesa.
Ahora 'Testamento'

miércoles, 10 de octubre de 2007

Bandini I

Una autobiografía muy especial. Veracidad y poesía, la belleza y la grandeza posibles al ser humano. Un sórdido hábitat, un entorno social lúgubre y mísero, o cuanto menos esperpénticamente deshumanizado. Deshumanizante para casi todos. La inercia, los comportamientos y espectativas aprendidas como única posibilidad. Nos encontramos ante una fauna humana demasiado cercana a la animalidad. Todo esto, independientemente de la mayor o menor riqueza material. Estados Unidos, años 30; cualquier lugar en cualquier fecha.
Personajes -también nosotros- demasiado endurecidos, prisioneros del entorno y de la pétrea interioridad. El personaje principal no escapa el común destino. No es un héroe, en ningún sentido, ni es mejor, en ningún sentido, que nadie. Sólo su afán literario -como escritor y personaje, como individuo que representa a un personaje literario-, sólo la literatura lo distingue y lo hace luchar.
La trama de la novela, de la vida, es simple; la lucha, la depredación, el abatimiento, el amor...
El estilo es bello. Directo y sentencioso, pero sin olvidar ni la trama literaria que sabe construir y hacer interesante, ni la intención seductora que acompaña a todo párrafo literario.
Arturo Bandini es consciente de su subjetividad, experimenta su interioridad y no simplemente la realiza ciegamente. Esto lo distingue. No es mejor que nadie, ni es inmerecedor de ningún mal o bien. No clama justicia ni siente la demoledora e inmolante autocompasión.

martes, 9 de octubre de 2007

Fante y Bukowski

Bukowski es genial. escribe muy bien; con claridad y apasionantemente. Sus temas, en especial los relativos a la vida del artista maldito y su relación con el medio cultural, son atractivos y capitales para los amantes de esa literatura más minoritaria a medias entre la Novela, el Aforismo y la Filosofía. Sin embargo, sin embargo, Bukowski me parece 'vulgar' -supongo que el adjetivo es exagerado- en comparación con su presumible maestro Fante. A Carver, pero no estoy muy seguro, lo sitúo entre medias de ambos. Creo que en más de una ocasión Bukowski deseó escribir novelas como las de Fante, no tan espectaculares -en una primera impresión- pero con más calado y poso o sustancia literario-vital que los muy buenos resultados bukowskianos.

Biología del Cerebro y Arte

La fisiología del sistema nerviso, la biología del cerebro, es un motivo, sólo uno entre tantos, para la reflexión. Ciertamente, saber los mecanismos neuronales y endocrinos nos ayuda para una imagen más cierta del ser humano. Desmitifica muchas ilusiones ultrarreales y pararreales, más venidas de la ignorancia, la indolencia y el miedo que de ningún otro lar. Una ciencia, posible, que aunara la mecánica y la biología explicaría qué y cómo funciona el Cerebro (la Mente o el Alma, como gusten) de los humanos.

Pero este deseable y venidero saber no iluminará algunas cuestiones, tal vez importantes. Los resultados de tal proceso cada vez más transparente que llamamos pensamiento, en cuanto resultados que se refieren -explican y reflejan- no sólo al mundo sino a sí mismos, son un enigma imposible de descifrar desde la misma Biología. La Teología y la Metafísica tampoco son el camino para alcanzar alguna luz en estos asuntos. En verdad ningún camino hay para tal comprensión. Plantear la antinomia es cuanto ahora pretendo.

Esta facultad inevitable de aprehender conscientemente la realidad se concibe a sí misma de modo neutro u objetivo. No puede ser de otro modo para la eficaz función que desempeña. El psiquismo humano, hijo de su biología y preso de ella, ha evolucionado precisamente merced al ingenuo objetivismo que presupone. Cuando ha querido, sin embargo, radicalizar sus planteamientos, cuando ha hecho de sí un asunto a tener en cuenta, ha descubierto sus infranqueables limitaciones. Descubre que su funcionamiento es sólo una particularidad biológica más, y descubre por lo tanto que ningún concepto es capaz de salir del círculo de la autoconciencia. Saber esto, en sí mismo, no tiene la mayor importan evolutiva o cotidiana. Ni siquiera afecta las Ciencias, que basan su éxito en la eficacia práctica. Sí afecta a las imágenes que el hombre pueda alcanzar de sí mismo, y puede mostrarle la relatividad de cualquier dogmatismo, por útil que resulte o por disfrazado que se nos presente. El bioplogicismo, el teologismo, el espiritualismo... son dogmatismo a los que la claridad científica y la lucidez y honradez intelectual se oponen. El hombre es un enigma inacabable. Cuando sepamos toda la Ciencia Posible -y toda la Metafísica Posible, y toda la Teología Posible- será cuando se entienda que el hombre es un misterio sin solución. El hombre ha de ser para sí fuente eterna de miedo y grandeza, manantial de entereza y heroismo.

Tan ingénuos y necesarios como la Ciencia, así la cuestión, son la Metafísica, la Religión o el Arte. Ese insondable pozo que ante nosotros va abriéndose al adentarnos en la esencia del hombre (que es su psiquismo y su biología) es el escenario donde que cada Cultura y cada individuo teje y desteje sus innecesarios y apasionates hilos. La más lúgubre de las existencias, la más dolorida, la más negra y desesperada y hasta la más infértil, se convierten en inimitables epopeyas si somos conscientes de la realidad biológica y absurda de nuestra esencia. Experimentar esto, y contarlo de alguna manera si lo desas, es el Arte.

Me resta una pequeñísima reflexión. ¿Cuándo hayamos agotado toda la Experiencia Artísrtica Posible quedará algo valioso en pie, o será entonces que el hombre comenzará a desandar el glorioso camino hasta las cuevas? La experiencia personal de cada uno es la respuesta. El agotamiento engendra agotamiento y sólo agotamiento, inercia. Cada uno también sabemos que el cansancio es inevitable después de la Lucidez y la Batalla.

Pero no importa. En ese momento, como una vejez o un crepúsculo lentamente asumido, nada importará. Sólo de este retorcido pensamiento saco energías para experimetar mi ciencia, mi teología, mi metafísica y mi arte posibles.

sábado, 6 de octubre de 2007

Filosofía Actual

Conforme a los escaparates literarios. Una mezcla entre postmodernismo vergonzoso, o habría que decir avergonzado, y sociología políticamente correcta. El carro tirando de los bueyes, y ellos tan felices. Sin metafísica y sin subjetividad. ¡El siglo XXI, tan posthistórico e Ilustrado, va camino de convertirse en la coartada de nuestros instintos más básicos!
Posdata optimista: en esto consiste la filosofía oficial, la que producen los felices, bien pagados e inocentes mentacatos oficiales. La que consumen placidamente los inocentes y mentecatos consumidores oficiales. La inquietud por el sentido radical y la experiencia de la propia y perpleja subjetividad, sin embargo, son de antes de los artilugios culturales. El enigma no se resuelve, a los dioses gracias, con ignorarlo y revestir la estúpida desnudez con beata sociología y palabrería postmetafísica.

Arte y revolución

Revolución. Muy pocos echan mano en nuestros días de esta palabra. Hace años, no tantos, era habitual, necesaria, sustancial. Cada época, cada generación, termina descubriendo sus propios y lamentables límites, sus propios mediterráneos. Nada nuevo bajo el sol. La repetida y repetida maldad -más bien egoísta mediocridad- del ser humano. Al menos de los que a mano tenemos. Nosotros, los Occidentales y la pléyade de hipnotizados copisteros. Los monopolizadores del vocablo sagrado alcanzaron su propia y bien retribuida revolución. Desde entonces, en un lento pero imparable proceso, ya nadie habla de transformar, cambiar, destruir, la sociedad nefanda que nos ha creado. Y que nosotros, en nuestros sentimientos y acciones, perpetuamos. Mutis por el foro hizo la revolución, siempre pendiente. El ser humano es incapaz de una sociedad realmente elevada, justa e igualitaria.
Preguntar entonces por las posibilidades revolucionarias del arte, de ciertas formas de la poesía y la narrativa, resulta ingénuo. Cualquier respuesta que quisiéramos, aunque fuesen nuestro hígado y nuestro corazón quienes gritaran, sería artificial e inocua.

El arte, tal vez, ayuda al artista en su individual peripecia, un su particular y pírrica revolucíón.
El arte, tal vez, es real, afecta realmente, a unos pocos espectadores.
El arte, nunca, nunca, provoca una revolución de las conciencias y las estructuras.
El arte, de haberlo, no se halla en el inmenso negocio cultural. ¡Y cuánto abarcan sus escaparates globales!
El arte, de haberlo, porque el nombre ya es lo de menos, se encontraría en los márgenes de la cultura. Ciertas minorías cultas, decentes y, a veces, geniales. Mientras no lo fagocite la industria y sus instintos hedonistas ése será el arte posible. Minoritario, anónimo, clandestino.