martes, 9 de octubre de 2007

Biología del Cerebro y Arte

La fisiología del sistema nerviso, la biología del cerebro, es un motivo, sólo uno entre tantos, para la reflexión. Ciertamente, saber los mecanismos neuronales y endocrinos nos ayuda para una imagen más cierta del ser humano. Desmitifica muchas ilusiones ultrarreales y pararreales, más venidas de la ignorancia, la indolencia y el miedo que de ningún otro lar. Una ciencia, posible, que aunara la mecánica y la biología explicaría qué y cómo funciona el Cerebro (la Mente o el Alma, como gusten) de los humanos.

Pero este deseable y venidero saber no iluminará algunas cuestiones, tal vez importantes. Los resultados de tal proceso cada vez más transparente que llamamos pensamiento, en cuanto resultados que se refieren -explican y reflejan- no sólo al mundo sino a sí mismos, son un enigma imposible de descifrar desde la misma Biología. La Teología y la Metafísica tampoco son el camino para alcanzar alguna luz en estos asuntos. En verdad ningún camino hay para tal comprensión. Plantear la antinomia es cuanto ahora pretendo.

Esta facultad inevitable de aprehender conscientemente la realidad se concibe a sí misma de modo neutro u objetivo. No puede ser de otro modo para la eficaz función que desempeña. El psiquismo humano, hijo de su biología y preso de ella, ha evolucionado precisamente merced al ingenuo objetivismo que presupone. Cuando ha querido, sin embargo, radicalizar sus planteamientos, cuando ha hecho de sí un asunto a tener en cuenta, ha descubierto sus infranqueables limitaciones. Descubre que su funcionamiento es sólo una particularidad biológica más, y descubre por lo tanto que ningún concepto es capaz de salir del círculo de la autoconciencia. Saber esto, en sí mismo, no tiene la mayor importan evolutiva o cotidiana. Ni siquiera afecta las Ciencias, que basan su éxito en la eficacia práctica. Sí afecta a las imágenes que el hombre pueda alcanzar de sí mismo, y puede mostrarle la relatividad de cualquier dogmatismo, por útil que resulte o por disfrazado que se nos presente. El bioplogicismo, el teologismo, el espiritualismo... son dogmatismo a los que la claridad científica y la lucidez y honradez intelectual se oponen. El hombre es un enigma inacabable. Cuando sepamos toda la Ciencia Posible -y toda la Metafísica Posible, y toda la Teología Posible- será cuando se entienda que el hombre es un misterio sin solución. El hombre ha de ser para sí fuente eterna de miedo y grandeza, manantial de entereza y heroismo.

Tan ingénuos y necesarios como la Ciencia, así la cuestión, son la Metafísica, la Religión o el Arte. Ese insondable pozo que ante nosotros va abriéndose al adentarnos en la esencia del hombre (que es su psiquismo y su biología) es el escenario donde que cada Cultura y cada individuo teje y desteje sus innecesarios y apasionates hilos. La más lúgubre de las existencias, la más dolorida, la más negra y desesperada y hasta la más infértil, se convierten en inimitables epopeyas si somos conscientes de la realidad biológica y absurda de nuestra esencia. Experimentar esto, y contarlo de alguna manera si lo desas, es el Arte.

Me resta una pequeñísima reflexión. ¿Cuándo hayamos agotado toda la Experiencia Artísrtica Posible quedará algo valioso en pie, o será entonces que el hombre comenzará a desandar el glorioso camino hasta las cuevas? La experiencia personal de cada uno es la respuesta. El agotamiento engendra agotamiento y sólo agotamiento, inercia. Cada uno también sabemos que el cansancio es inevitable después de la Lucidez y la Batalla.

Pero no importa. En ese momento, como una vejez o un crepúsculo lentamente asumido, nada importará. Sólo de este retorcido pensamiento saco energías para experimetar mi ciencia, mi teología, mi metafísica y mi arte posibles.

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