miércoles, 24 de febrero de 2010

Miércoles 24

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Pues sí es verdad. Nos lo merecemos. Eso (que no sé bien qué es) y más. A pulso o sin pulso ganamos la batalla del autoengaño.
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Figuras del pensamiento. Sublimes y honestas, mostrando nuestras vergüenzas... algo es algo, pero sigue sin ser nada. El mundo estalla siempre hecho pedazos desde que nuestro sino inevitable es sentirlo y pensarlo. Trágico. Por aquello de la abstracción. Patético y doloroso en carne real.
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Sobre las sirenas mudas de Kafka, o del necio satisfecho que olvida la finitud y no añora la verdad. ¿Qué sentido tendrá la belleza, el bien o el amor después de saber la verdad? Este es el problema, doctamente formulado. Versión más personal: para qué saber lo evidente si en nada te permite el olvido, o cambiar de pasado y de genes.
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2 comentarios:

M. dijo...

¿Qué sentido tendrá la belleza, el bien o el amor después de saber la verdad? Hombre, ante esto hay varias opciones: puedes ponerte como Nietzsche o Dostoievski e inventarte ilusiones (la estética o Dios- si éste último no es ya una estética). O puedes aceptar la belleza, el bien o el amor como una verdad al lado de las otras, en el mismo nivel. ¿Acaso la verdad es más verdad por ser dolorosa, y el amor es menos verdad por ser placentero (cuando lo es)? Si tu estás con Homero, yo estoy con Cormac McCarthy y La Carretera. Ahí hay una respuesta diferente de la de Nietzsche y Dostoievski a esa pregunta.

Egoficción dijo...

Tienes mucha razón, pero lo que malamente quise preguntar es de dónde sacar esa fuerza para 'humanizar' (del modo que sea) la vida en su cruda realidad.