martes, 8 de junio de 2010

Martes 9 (2)

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Pretender ser alguien y no uno más entre millones de átomos y eras sin sentido ni mérito... es una vana ilusión. Vivir sin buscar los adjetivos y los adverbios, que llegan solos y que sólo a posteriori les damos algún valor, habitualmente excesivo. ¿Está realmente en nuestras manos trascender, aunque sea fugaz e ilusoriamente, nuestra inmanencia cadavérica? ¿Una ética, mínima por supuesto, que sea contraria a las pulsiones, que nos sea dolorosa, puede ser la respuesta? Creo que no. La dignidad no está en rechazar la miseria sino en afrontarla sin falsas lágrimas. La obligación con uno mismo es la satisfacción (no necesariamente la alegría) de saber que se hizo lo que en cualquier mundo posible uno hubiese realizado; y no se busquen a esta rimbombante fórmula una profundidad o una fundamentación que no tiene; desligar la ética de la religión y de la metafísica. Digámoslo así: entre las circunstancias a que nos hallamos arrojados está (o no está) la voluntad ética, que consiste en el amor desarmante ante la bondad y la debilidad ajenas.
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