miércoles, 2 de junio de 2010

Poema

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Realmente estoy viejo.
Mi fisiología sólo segrega
lo justo para ir tirando de aquella manera,
más por inercia que por deseo o vocación.
Y la vejez es una lástima,
por las molestias físicas, claro,
y también por el desinterés de que se llenan las cosas.
Y uno va y ya está viejo,
como si lo que quedase fuera un trámite innecesario
y la ya vivido una broma sin solución.
Una lástima, una pena inevitable.
Es cierto que con los demasiados años
llega la sabiduría, el cínico descreimiento
y el amansamiento de los afanes.
Y entonces va algún clásico y decide
que la vejez es sabia y que la vejez es buena.
Mi experiencia me dice otra cosa bien distinta,
que la vejez y la sabiduría son una lástima, una pena,
como una derrota de la alegría.
Yo lo sé, que el único pecado es no ser feliz.
Pero los viejos, ¡ay!, qué podemos sino lamentarnos.
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