En ocasiones, cuando la poesía da miedo, las palabras
se disfrazan con palabras y los sentimientos se disfrazan
con sentimientos. Con otras palabras y otros sentimientos
que no dicen la verdad, o insinúan otras formas más triviales
de lo inmenso y lo verdadero.
Quisiera siempre poesía del temblor y del infernal latido
a las sienes cuando la tristeza es la única lógica.
Del pecho encogido inerme cuando llueven recuerdos
demasiado dulces.
Poesía de qué es estar vivos, y de qué es entonces el estilo
y la felicidad sino unas rémoras desagradecidas y opacas.
De la vida y la muerte, y de nuestra vida y nuestra muerte,
en infinitas escalas, habría de querer siempre el poema.
Menos abstracta. Pulsional y sincera. Viscosa y opaca.
Sólo para mí, o milagrosamente para algunos otros.
Poesía con nombres propios, simplemente cinco o seis.
En mi biografía están.
No quiero poesía para el futuro; sí,
poesía para acabar y descansar después de la poesía.
miércoles, 18 de febrero de 2009
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