No se trasciende el poema.
Se exprime -con manos de endurecido
amasador- y todo se muestra
confundido en una indescifrable blancura.
No se desdobla el poema.
No se desdobla ni trasciende el poeta.
Un átomo no tiene partición
ni lugar donde ir en su insostenible caída.
Se desmigajan y empastan
los sentimientos y las palabras.
Se amasan ecos y sombras
en múltiples formas,
algunas, mágica y fugazmente,
más bellas y acertadas.
Es monótono. La verdad es monótona.
El poema es siempre el mismo baile
repetido, como un sacrificio ritual
que dice Panero.
domingo, 22 de febrero de 2009
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