Una geografía del alma de todos los hombres
y que a mí a ti nos incumba.
Una geográfica tardía que penetre brutalmente en los más
íntimas cavernas del deseo y la esperanza y que nos
traiga la ardiente verdad de la médula de la especie.
Una geología y una biología del alma acabada,
y del alma sin hacer a la que nada afecta.
Socavar al modo de los antropófagos nuestras intimidades
más vergonzosas para que sean festín, en noche de luna roja,
de los ciegos y los héroes.
Un alma del final de los días, otoñal, y que se haya medido
a todos sus tiempos, segundo a segundo, hasta llegar
al supremo instante de su vaciamiento, que como última hoja
deja morir bellamente la última promesa y el último verso.
martes, 17 de febrero de 2009
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