Tiene Monterroso un Diario o unas Memorias, lo dice él en 'Vida y Literatura', engañoso título para tan ágil escrito. Si tuviera a mano su Diario, de seguro lo leería. En eso invertiría el día. Pero no es el caso, y sé que inevitablemente me desinteresaré por este autor que tan bien escribe y que es un placer de leer, como un oasis, pero que está demasiado alejado de cómo yo entiendo eso de la vida y la literatura. Para él, la vida insondable ha de vivirse en la superficie -en una digna y lúcida superficie- y de ahí su compromiso político y su hacer estético, que lo consuelan de la existencia. Claro que esto del consuelo lo digo yo, sin estar seguro de que don Augusto lo aceptara. En una fórmula breve y arriesgada: Monterroso huye del laberíntico y terrible mundo de la propia sujetividad dicente -pensante y sintiente. Pretende, de alguna forma que no sé bien cómo definir, ocultar lo terrible de la Literatura cuando ésta es algo más que una forma de vida para convertirse inapelablemente en la vida-no-vida de ciertas almas con tendencia a lo abisal.
En lo que es, Monterroso resulta magnífico. Conciso y epicúreo en el escribir (así lo dice él), un bálsamo para lectores sin fuerzas para algo más que rozar lo que en verdad son la Vida y la Literatura.
Del libro leído, especialmente recomendables los ensayitos sobre el cuento y el microcuento, y sus referencias y valoraciones muy personales a la historia de la literatura.
domingo, 1 de febrero de 2009
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