Envidio, con envidia de la buena, a los filósofos, entre otras razones por lo razonables que son y porque en una demostración de sano raciovitalismo son incapaces de cogitar y conducir a un mismo tiempo. De llevar el automóvil a una mínima velocidad que no resulte un peligro para la conducción. Mi falta de aptitud y vocación para eso de la filosofía, sin embargo, tiene sus ventajas. Si todo va bien -Zeus lo quiera- tardaré sólo unas 11 horas en hacer los 1000 km reglamentarios. ¡Qué tardaría si yo fuese filósofo!
No serán sesudas y profundas reflexiones nouménico-lingüísticas las que me ocupen la sesera, es cierto, pero yo también iré prisionero de mi conciencia consciente. Serán, si nadie lo evita, asuntos más viscerales, más antinómicos e insufribles que la Suma Teológica o la Kritic der Vernunft Reinen. A mis espaldas, a mis tambaleantes cervicales, echaré el embrollo. Espero dejar a salvo mi maltrecha coronaria y mi ineficaz próstata.
A otra cosa. Comentaba la radio (la COPE, y entonces será cierto) esta mañana muy temprano un estudio del CIS sobre el carácter de los celtíberos. 7 de cada 10 no tienen ninguna especial ilusión en lo que hacen y piensan que el futuro les depara. Será cierto; ¿de dónde sacan la ilusión esos 3 de 10? ¿serán el porcentaje estatalmente apesebrado que lastra nuestra conciencia? ¡Quién sabe! Preguntados además por lo que creen que les falta para ilusionarse, los españolitos -porque no creo que haya ninguno realmente grande- señalan estas cuatro cosas y en este mismo orden: dinero, tiempo, trabajo y cariño (sic). ¿Y la paz? ¿para quién es necesaria la tranquilidad y el olvido...? ¡Será que los bípedos hispánicos andan sobrados de ello! ¡Y así nos va! ¡Y el PRI tan contento y saludable!
domingo, 3 de mayo de 2009
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