miércoles, 20 de mayo de 2009

Poema

El Universo, al menos éste y sabemos
que no hay otro, es una gran paradoja.
Todo en él es continuo movimiento:
las estrellas y las galaxias, el viento,
los deseos y los pensamientos, la sangre
circulando... pero al mismo tiempo
el Universo en sí mismo permanece
quieto, sencillamente porque lo es todo
y no tendría cómo ni dónde ir.
Se trata de un universo colosalmente
desaprovechado y sin nada contra
lo que medir sus fuerzas y vacíos.
Un universo así sólo puede caer
en la melancolía y la autofagia,
en la deliciosa entropía que desvela
la segunda ley de la termodinámica.
Porque todo el movimiento es energía,
y toda la energía termina convertida
en calor -la energía más tonta- y éste
en el frío y el letargo más innecesarios.
Un poco como tú y yo; en tensión gaseosa
y geometricamente acelerada en nuestras
fibras más íntimas, pero radicalmente
inmutables -rozando la perfección divina
con nuestra pasmosa serenidad- cuando
hacemos el amor de esa forma tan entrópica
como sólo tú y yo sabemos hacerlo
y que debería ponerse como un sano ejemplo
en las facultades de física y teología.

No hay comentarios: