El Crucificado, el noble
e irreprochable galileo,
es mi mortal enemigo
y nada puedo cederle;
toda su indiscutible bondad
es bondad del hombre de antes
y de después del año primero
su era; nada le cedería
sin arrepentirme ni renegar
de mi propia vida.
No de la mediocre y translúcida
que viví, sino de la oculta,
la negra y ardiente, la verdadera,
la que acaso tampoco supe soñar.
lunes, 18 de mayo de 2009
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