jueves, 21 de mayo de 2009

Jueves 21

Nada ha estropeado el día; lo que quiere decir que nada lo ha empeorado especialmente. Despertar es casi siempre un alivio porque mis sueños, casi nunca pesadillas, me resultan cansados y molestos; como si la vida, con todo su insatisfacción a mis espaldas, irremediable si me soy sincero, fuese preferible a la paz del sueño. Como si en mis ficciones nocturnas realizara todo el miedo que durante el día me acompaña de forma sorda. ¿Dónde el enemigo, el malvado dragón? Acaso en honesta lid podría vencerlo o ser derrotado para siempre y alcanzar la paz. El olvido, el olvido de mis inexplicables entrañas.

Todo libro, toda mirada, con o sin velos, toda risotada de café o todo beso, no son más que posturas reflejas para evitar el dolor, y que me alejan de ese rumor inacabable que me dice monótona e ininterrumpidamente lo falso y mediocre y podrido que estoy. ¿Velo? ¿Desvelar? ¿Mirada correcta? Lo siento; detrás sólo hay una nada cada vez más apetecible.

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