Érase una vez en que el cerebro humano era ajeno a la existencia, ni feliz ni infelizmnente eficaz. Pasaron los años que todo lo roban, y el cerebro humano (kilo y medio de vísceras autorreflectantes, ciegas en definitiva) y el cerebro humano, como digo, pasados los años, decidió que era capaz de aprehender y duplicar la realidad; una bella e inteligente realidad que podía/debía ser digerida por ese bello e inteligente órgano. Tanta inocencia y promesa de felicidad no podía durar, y un tiempo después, atónito y artístico, el cerebro descubrió que el mundo de afuera era un mundo ruidoso y agrietado. Él, ¡qué injusticia, o qué milagrosa providencia!, era lo único realmente armónico y coherente. La única perfección en un mundo tan imperfecto. Pero claro, el tiempo sigue pasando. Ahora ha descubierto con horror que él es una parte más del Universo, y como tal tan ruidoso y resquebrajado como aquél. El error, la falsedad más allá de cualquier honestidad, el frío vacío que a todo da sustento, no es algo de lo que nos percatemos y podamos inteligentemente evitar, sino que son la forma biológica misma de ese kilo y medio de vísceras inservibles. La enfermedad, el error, el dolor, la injusticia, la fealdad, el asco, no son excepciones a la Bella, Buena y Verdadera Forma, sino la forma de cualquier experiencia. La honestidad nos impide considerar esto como un mero juego de palabras, la honestidad nos arroja al Silencio sin alternativa, a la locura sin medida, o a la vergonzosa línea fronteriza de cierta Literatura y Filosofía, mal acampada entre el Caos y el Orden.
Pd: da lo mismo entender esto en clave metafísica, sociopolítica (quiero decir que tan sonrojante es la masificación proletario consumista como los ejércitos teológicos de la Escolástica, o la ciudadanía libre de Atenas...) o meramente individual.
Mesolvidaba: el Güeston me pone de los nervios.
martes, 30 de septiembre de 2008
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2 comentarios:
Nada, tú ponte trabas en la lectura del "Güeston". Supón que las razones se basan en opiniones y empiezas de nuevo. Y te preguntas para qué.
No, si tienes razón. ¡pero se las trae! Ya te pasaré algunas perlitas
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