jueves, 29 de noviembre de 2007

Añoranza de Ítaca

Añorar la añoranza, cuando Itaca se desdibuja inevitablemente. Cuando Ulises llegó a Ítaca. Cuando deseó zarpar nuevamente en busca de Ítaca, y odió a Penélope y a Telémaco y a aquellas empobrecidas tierras. Ítaca fue un sueño, una necesidady una voluntad de vida, pero Ítaca tiene un final, siempre lo tiene. Ítaca es el signo de la mayor tristeza, porque ninguna Ítaca ni ninguna travesía sacian nuestra inmortal mortalidad, nuestra homicida insatisfacción. Ninguna Ítaca será ya, para algunos, Ítaca, ni es posible una Nueva Ítaca. Ítaca está en nuestra mente, en nuestro corazón, y por eso, dolorosamente la sobrevivimos. El encolerizado mar hundió nuestra nave y nos dejó náufragos agarrados a sus despojos. Sin fuerzas para nadar y sin fuerzas ni voluntad para dejarnos arrastrar hasta el fondo del océano.Ítaca, vacía y atractiva fue nuestra voluntad de libertad. Vacía y muerta, es la voluntad moribunda a la sombra de un Dios muerto. Ítaca fue un feliz estertor, pero su nombre, su recuerdo, ahora, hace más daño que la propia vida sanguinaria de donde undía nos hicieron surgir. Hoy Ítaca es sólo un fatal recuerdo. Ítaca, que fué la inmortalidad, la belleza y la paz de la infancia.

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