Todo es vano. ¡Vaya descubrimiento! Tenerlo en cuenta no una, sino en todas las ocasiones -las oportunas y las inoportunas- es terrorífico. Menos mal, como diría el gran catador de Edimburgo, que nuestra naturaleza es más sabia que nuestra alma.
Una sociedad inerte y autocomplacida sólo puede degustar intelectuales de este tipo. Alguna relación ha de haber entre el Genio, o el Maldito, y la Opinión Pública, que en definitiva es su público y su cliente. Es muy difícil oponerse al Amo que te dicta las leyes de tu fingida libertad y cretividad, mas resulta imposible seguir a tal Señor cuando ni él mismo sabe lo que desa, más aun, no sabe desear. Por esto, nuestro 'genios' son productos afortunados de la publicidad.
Aunque algo de esto también hubo de haber en la época del Romanticismo. Al siglo XIX lo salva el desvergonzado lucimiento de lo sentimental y lo trágico. ¿Qué queda hoy de aquello?
El sociologismo y el historicismo -inevitables en la conciencia actual- matan al individuo, matan el pensamiento, matan el Arte.
El grado de honestidad y de lucidez son directamente proporcionales. La honestidad puede mastrarse de varias maneras. ironía, irracionalidad, silencio, erudicción, misoginia o incluso, en sus más bajos momentos, felicidad.
Un alma vaciada, un alma satisfechamente imbecil, o incluso una conciencia del Misterio que no se sienta realmente afectada, no necesita experimentar el desgarro del mundo. Para ella el mundo será un lugar plácido o aséptico. Los otros espíritus, los más desolados y que no han pasado la línea salvífica de lo metafísico y moralmente establecido, estas almas sí necesitan y descubren el Universo como un Gran Erial. Todo es vano, ya te digo.
lunes, 26 de noviembre de 2007
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