martes, 6 de abril de 2010

De León Felipe

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Es largo, pero vale la pena.
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El poeta es el gran responsable.
La vieja viga maestra que se vino abajo de pronto estaba
apoyada en una canción,
estaba sostenida sobre un salmo.
El salmo sustentaba la cúpula
y también el techo de la lonja.
Y al desplomarse el salmose hundió todo el Reino.
Cuando pierde el poeta la gracia y ensucia la canción,
el mercader cambia las medidas
y achica la libra y el almud.
Oíd: Los salmistas caminan delante del juez,
Y si el salmo se quiebrase quiebra la ley.
Cuando todo se hundió en España, hace ya tiempo,
antes de la sangre,
los poetas se arrodillaron ante el polvo.
Muchos dejaron la voz
en la mesa de las tabernas,
en las subastas,en los mercados,
y en las discusiones de las escuelas.
Algunos, para recobrarla, descendieron hasta el betún
profundo de los subterráneos
y otros volaron por encima de las cornisas.
Todos olvidaron que el poeta habla siempre desde el nivel
exacto del hombre.
Y el nivel exacto del hombre es la sombra.
Alguien gritó después sobre las ruinas:
¡Hosanna! ¡Hosanna!
Aquí vienen los puros.
Eran los fariseos,
¡eran los fariseos revolucionarios!
Oíd lo que decían:
La Poesía es el verbo en oración.
Pero aquel que no cuente sus plegarias con nuestro rosario
y no escanda sus versos con nuestro compás,
es un publicano que no sabe rezar.
Los que se levantaron entonces en motín y soberbia a
defender la Poesía
fueron tan disolventes como los que después se levantaron a
defender la Libertad.
Luego hablaron los carceleros.
Y uno dijo: la Poesía está secuestrada en una torre;
y otro: la Poesía está en la caña de pescar,
en las mallas de la red
y en el reclamo.
Otro: está en la pirueta
y en el trapecio; está en la greguería
en el hai-kai,
en el refrán,
en las migajas sueltas de la hogaza
y en los cristales rotos del gran espejo que se estrelló en el
patio; está en la trampa mágica del cubilete;
está en la rueda de la fortuna;
está en la rueda de la propaganda;
está en el musgo rancio de las ruinas eclesiásticas;
está en los arcones de Don Lope;
está en el tirso hueco de los pastores áulicos;
está en el estrabismo y en la joroba de los sodomitas;
está en los cascabeles cínicos del bufón;
está en las cordilleras solitarias de la luna;
está en la voz ronca del gangster,
del ventrílocuo
y del lobo de la conseja;
está en el fondo del pozo, entre el légamo de las sabandijas;
está recluida en la redoma;
está en el termómetro del invernadero;
está en la panza polícroma del camaleón,
y en la montera proteica del transformista;
está en la llama sin leyenda de la imagen inédita;
está en el beso ígneo, mítico y entrañable del pedernal y
el eslabón;
está en la gruta helada de las estalactitas
y de los poliedros de cristal;
está en el laberinto;
está en el jeroglífico;
está en el surtidor;
está en la miniatura y en el guardapelo;
está en las avellanas horadadas de los rosarios;
está en la sala misteriosa de los ecos;
está en la alberca alucinante de Narciso;
está en las cuencas tétricas de las estatuas;
está en el cuerno rizado del sátiro barroco;
está en el misticismo mecánico del aluminio;
está en el gesto inalterable y deshumanizado del filósofo...
Y el gran hierofante: ¡Silencio todos!
A la Poesía la tengo yo escondida en mi casa, por su gusto
y el mío.
Es mi amante. Y duerme conmigo solamente.
Todos se callaron ante la voz del tirano.
Pero, ¿quién habló así?
¿Era el poeta?
¿Era el ungido el que habló de este modo?
¡Otra vez la soberbia, hija de la hiel y el azufre!
¡Y otra vez el ángel en la charca!
Mirad:
¡La gracia se hizo baba...!
No preguntéis,
no preguntéis ahora,
no preguntéis ya más,
no consultéis a los horóscopos.
Escuchad otra vez esta sentencia:
Cuando el poeta pierde la gracia y ensucia la canción,
Hablan el trueno y la sangre.
El poeta es el gran responsable.
La vieja viga maestra que se vino abajo de pronto
estaba sostenida sobre un salmo.
El salmo sustentaba la cúpula...
y también la espada y el rencor.
Y al desplomarse el salmo...
¡vino la guerra!
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