Más poesía, aunque las más de ls veces resulte decepcionante, y menos tratados y aforismos estéticos, por placentero que sea idearlos y leerlos.
El contexto es el pecado. En muchos sentidos. El pecado de una o varias vidas: diminutas, tiernas, de olor fugaz a paraíso y culpa.
Mi brillo no está en ningunos ojos
y los míos están apagados.
No puede darme el mundo,
y tú tampoco, lo que no está
en mis manos porque no hay gargantas
ni manos, ni ojos,
lo que está allende la reseca frontera
lo que está allende la reseca frontera
que el tiempo y las palabras
descubren y marcan.
No hay tiempo, ni palabras, nada hay.
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