jueves, 12 de junio de 2008

Poesía y lenguaje

Soy bastante escéptico al respecto, pero sí, sí es en el poema donde el lenguaje de desesperaza un poquito. Aun sin saberlo el poeta las más de las veces. No es la lucha contra la petrificación lingüística lo que mueve al poeta, sino el objeto/vivencia particularísimo (o extraordinariamente radical e ingobernable) lo que obliga a un lenguaje más particular, radical y anárquico. Cuando el poeta reflexiona sobre todo esto, qué tragicomedia, el poeta pierde esa capacidad vivificadora de las palabras. Sea pues el contenido sagrado (sagrado y vacío, claro) y no el continente (mastodóntico y ciego, aunque a veces genial) lo que guía al poeta.

Más poesía, aunque las más de ls veces resulte decepcionante, y menos tratados y aforismos estéticos, por placentero que sea idearlos y leerlos.

El contexto es el pecado. En muchos sentidos. El pecado de una o varias vidas: diminutas, tiernas, de olor fugaz a paraíso y culpa.


Mi brillo no está en ningunos ojos
y los míos están apagados.
No puede darme el mundo,
y tú tampoco, lo que no está
en mis manos porque no hay gargantas
ni manos, ni ojos,
lo que está allende la reseca frontera
que el tiempo y las palabras
descubren y marcan.
No hay tiempo, ni palabras, nada hay.

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