Ya se acaba el Heródoto. Han sido un placer las casi mil páginas de nombres e historietas. El esquema de la obra es claro: las luchas internas de los griegos, fruto de los personalismos entre tiranos y reyes, hacen intervenir, sin quererlo realmente, al Imperio Persa en los asuntos de Grecia. Salió perdiendo Grecia, que si bien no terminó convirtida en una nueva satrapía si fue devastada por treinta años de guerras. Guerra de todos contra todos, pues muchos griegos lucharon para Jerjes. De todas formas, las carnicerías entre polis eran algo habitual.
Sobre el espíritu griego: mezquinos y envidiosos, más parecidos a bandoleros que a templarios de la libertad.
Los espartanos, por su arrojo militar, salen mejor parados que los pasivos atenienses.
Al final, el personaje más normal y comprensible es el pobre Jerjes. ¡Quién le manda, qué necesidad tendría de quitar ese avispero ruidoso e inofensivo de detrás de su casa!
Leyendo la obra me he acordado de la novela, novelón, histórica de Gore Vidal, 'Creación', donde su contempla el asunto desde el punto de vista persa, que en el fondo no está tan alejado del de Heródoto. Para mí que Heródoto iba con los Persas, o cuanto menos que no soportaba el imbécil guerracivilismo heleno.
domingo, 1 de junio de 2008
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