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Ingeniería social y respeto a las personas son dos cosas incompatibles. El infinito y el cero. Las formas e instrumentos del iluminismo práxico son variadas y de rostro bonachón. Pedagogías, sociologías, progresimos (sic), exceso de libertades vacías y de garantismos inocuos, confusión interesada entre la víctima y verdugo, falso y perjudicial paternalismo animalizador, etcétera. Lo peor es cuando a estas infernales tendencias se las cree nobles y necesarias -ellas incluyen la definición de lo noble y necesario- incluso por el domesticado e infantilizado paciente... el tonto útil, el esclavo agradecido. ¿Antídoto? No hay. ¿Qué hacer? Ser, en lo que puedas, tú mismo, osea, nada, pues sólo ellos son, tienen el monopòlio del lenguaje y el ser; de entre la maraña de prejuicios lingüísticos elige los más desusados y reprochables; sé cínico y ultramontano... ódialos con odio de impotente hasta conseguir olvidarlos. Olvida, por último, toda tendencia salvífica e iluminada en ti. Amén.
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Pd: lee a Foxá y a Gironella, a Epicuro y a Cioran... sin olvidar a los grandes: Platón, Hesse, Nietzsche, Rimbaud, y esa legión de inteligencias y corazones rotos que nunca aceptaron la paz con el mundo y las propias entrañas.
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miércoles, 11 de noviembre de 2009
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