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Ingenuo y hasta patético el prólogo al 'Crepúsculo de los ídolos': no es tan fácil derribar ídolos eternos, los enraizados en el alma desde hace milenios, incluso desde antes de que el hombre se supiera hombre. Tampoco desvelar racional e inteligentemente -aunque con un lenguaje altamente poético y expresionista, desbordado y sugerente- es un método de eficacia probable. Demasiado Ilustrado el bueno de Nietzsche (la Salomé se lo perdió). Nadie ha puesto en el alma lo que el alma no necesita (por muy falso y perjudicial que el ungüento sea). No, no es posible erradicar del alma su finitud y soberbia.
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Es puro azar y fisiología, y que me perdonen los Ilustísimos, aquello de la profundidad y la superficialidad. Meros escorzos de la inteligencia dolida y desocupada.
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Fórmula del suicidio en vida. Mirar cara a cara el último obstáculo, las dicharacheras palabras (una a una; existir, hombre, felicidad...) que han sido la daga que asesinó a Dios y el hombre. Tampoco tras ellas hay nada. Vértigo, silencio sin éxtasis.
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martes, 10 de noviembre de 2009
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