.
He de salir adelante y no 'jugar' a ahogarme indefinidamente. Saberme hundido -como todos, no se trata de un caso especial ni clínico- y justo por ello agarrarme con valentía a las pequeñas alegrías que la vida ofrece... hacer más sabio y pesado mi inevitable cinismo. Más cínica mi tristeza. Más humano mi silencio. Decir siempre la verdad e intentar no herir a nadie. El más ácido de los poetas que escapa a su propio jugo destructivo. Aceptar mi debilidad, miedo, frío... ¡que no puedo ni quiero- jamás me lo perdonaría- escapar solo al Norte, a la helada soledad de Huesca, Zamora o Soria! Que lo que escasamente valga mi vida es lo prestado por algunas almas infinitamente más nobles que yo. Que esta derrota, este agachar la cerviz, es el primer triunfo contra mi insolente egoísmo. Tener al tanto de mi estado, en lo posible, a algunas personas... no sólo por mí, sino también por ellas.
Suplicar paz, calor, inocencia... que el Norte en soledad no es alternativa, pero sí la maldita navaja. Y no puedo hacerlo. Por miedo y por desconsolado amor hacia los demás.
.
Una anécdota. El viernes 20 (ó 19) estuve por la noche en una Iglesia, de funeral poco concurrido, y descubrí -adentro de mi ateísmo invencible- la posibilidad y necesidad de una pequeña ermita donde descansar y ver la vida desde la Eternidad. Compartir el dolor, quizá, quién me lo diría, es rebajarlo. Expresar lo indecible es hacerlo un poco más llevadero.
.
Preocupación: ¿estará mi estúpido tobillo listo para 1000 kilómetros el viernes? Si de eso no soy capaz, ¿para qué los libros y el alma?
.
lunes, 30 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario