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Desconozco quién es el enemigo, si la razón demoledora de ficciones o el asustado corazón que necesita de las quimeras. La pasión por la vida -que es nada, pero la nada no se puede imaginar- o sus retorcidos meandros. Una razón y una pasión mortalmente enfrentadas en un mísero átomo del fugaz universo. Las aporías de la inteligencia y el cansancio del espíritu nada arreglan, sólo dejan la cuestión más en su pureza e ingrata realidad. Estoy enfermo, o embrujado, o cansado... pero al fondo de mí, como el canto del cisne, mis entrañas son incapaces de imaginar ningún final y se encaraman a la maldita dicha de la existencia. Hasta en la infelicidad encuentro un regusto malsano de orgullo y plenitud.
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lunes, 9 de noviembre de 2009
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