jueves, 20 de septiembre de 2007

Historia de un hombre humillado

Banalidad, insignificancia, levedad, vacuidad. A esto se refiere Azúa en 'Historia de un hombre humillado'; humillación que es la consecuencia de asumir la banalidad de la existencia. Además de Marta, esa actualísima matrona unamuniana, fuerza vital orgánica y positiva, engendradora y mantenedora de vida, y del libro del maldito Laforgue, el Chino y el narrador son los dos personajes principales de la obra. Son dos formas posibles, aunque igualmente tormentosas y pueriles, de afrontar la banalidad. En ambos casos, tras múltiples y complejos experimentos (propósitos de vida enmendada, inteligible, placentera dentro del círculo de la inhóspita banalidad), tras variados intentos de existencia a partir de la experiencia de la nulidad, se llega a la misma conclusión: la humillación, el vencimiento sin honores.
El Chino recuerda al Superhombre de Nietzsche en su afán de superar la animalidad y de vivir una nueva animalidad/humanidad alejada del patetísmo, la caridad y la falsa paz que proporcioan, a algunos hombres, el cumplimiento de lo moral y socialmente admitido. Tras su pétreo caparazón, y a su pesar, el Chino termina más dolorosamente endurecido; su proceso es consciente, amargo e inevitable. Los años, las vivencias, sus propios sentimientos, su pasado, etc. van minando su férreo propósito. Su lento y gris final, su disolución, que no aparece en el libro, es previsible.
El otro personaje principal, en cambio, ha optado por la vía de la no voluntad y del no pensamiento. no al modo oriental de la Nirvana y todo eso, sino al modo nuestro, menos ortodoxo, del dejarse llevar pero sin ser arrastrado o consumido por ninguna pasión. Las experiementa, sin embargo. El sexo, el alcohol, la vida desauciada, la literatura... son parapetos provisionales ante el avance irremediable de la Nada. Nada que se refiere a Todo. Pero su estrategia, su experimento, le exige, como al Chino, demasiada voluntad. Contra la voluntad se requiere una voluntad superior que termina carcomiéndole del mismo modo que era troceado y disuelto en un primer momento. Ambos personajes son víctimas de un mismo enemigo, ellos mismos, su voluntad inacabable. Ninguna inteligencia, ni sentimiento ni objeto material puede engañar o amansar a tan colosal pudrición que desde adentro los devora.
La existencia es un callejon sin salida para aquellos que han comprendido y experimentado la Nada como esencia y destino de cuanto haya o pueda haber. O bien pasivamente sufres los embites de la muerte absurda que a cada instante nos golpea, y entonces acabas triturado interior y exteriormente sin ninguna posibilidad de engañoso consuelo, o bien construyes una pétrea máscara que te proteja. Tal forma de actuación require una fuerza y voluntad sobrehumanas, para al final encontrarte de bruces con aquello de lo que huías, la Muerte y ese ese espantajo que la persigue que eres tú.

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