miércoles, 19 de septiembre de 2007

Honradez y humillación

Una vez acaecida la certeza de la vacuidad, el camino que se tome es indiferente e impotente para cambiar tan indeseable verdad. Desde niños, con la leche materna, nos atiborran de santos miedos y esperanzas; con un organismo tan mal desarrollado es muy difícil asimilar positivamente el descubrimiento de la muerte del Ser (y del Bien, y de la Belleza...). La respuesta que demos, ya digo, es lo de menos (¡algunos piensan que sí, que sí que es importante... para nosotros!). Tal vez el placer buscado, o la inercia, o la mera acomodación biológica al medio, etc. sean lo que explica el que algunos insistamos en no salvarnos por ningún medio. Honradez u honestidad será no querer engañarnos (aunque podríamos conseguirlo, ¿quién lo duda por poco que se conozca a sí mismo?) sabiendo que se trata de un humillante engaño. Perdonen la retórica: humillados pero no arrodillados.

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