La felicidad, sea cual sea el camino que hayamos seguido para alcanzarla, nos arroja casi inmediatamente hacia el hastío y la infelicidad. Da igual si el proyecto es grandioso o pequeño. Da lo mismo llamarla felicidad o alegría o satisfacción; siempre, siempre, desembocaremos en un inmenso y doloroso vacío. Serán, quién sabe, nuestros instintos en pugna con la inteligencia y los sentimientos, será, tal vez la imposibilidad de lo estático (feliz monotonía, feliz inmortalidad, 'inmortalidad en lo efímero).
La cuestión es qué hacer una vez agotado cualquier proyecto, sabiendo que todos los experimentos acabarán de igual modo.
No creo que sea posible (¡ni deseable!) una vuelta a alguna paradisiaca ingenuidad. No es el futuro el niño, ni el buen salvaje, ni el Superhombre, ni la pura animalidad. El futuro irremediable es la muerte.
Toda existencia anticipa su propia muerte cien veces cada día.
miércoles, 12 de septiembre de 2007
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