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Sí, los seres humanos nos hacemos daño sin necesidad. Sin necesidad objetiva. Habrá algún mecanismo froidiano que explica esa contumaz malicia. Es como alejar de nosotros el dolor infringiéndoselo a otros (o simplemente contemplando cómo sufren otros); es como conjurar nuestra finitud. Es reconocer nuestra debilidad, miedo y vergüenza ante el tiempo y los demás.
martes, 15 de septiembre de 2009
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