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El día ensombrece la noche, ese último y fétido refugio del miedo y la impotencia. Porque el relojero, un carpintero más bien, fue un imbécil sin previsión ni maña. Y la conciencia es rencorosa, cada vez más rencorosa. Y ser sabio es imposible porque el rencor no se puede olvidar. Conocerte a ti mismo, la malvada trampa de los griegos, ahora domesticados. Un cerebro débil y compulsivo. Primitivo, monolítico, simple. Autodestructivo. Esta es toda la inteligencia, y toda la metafísica, y toda la ayuda que del espejo y la sombra puedes esperar.
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domingo, 4 de octubre de 2009
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