sábado, 10 de octubre de 2009

Sábado 10

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Con Cherskowski y Ciorán. El 'Breviario de los vencidos', en lectura/caída libre, es espectacular. La rebeldía, la libertad, como excusa para la creatividad vacía, para el desahogo. La clave teológica y metafísica, como anillo al dedo. Permite una cierta distancia no demasiado corrosiva. Pero histrionismo. El de Cioran y el de un servidor.
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El Prometeo de Kafka es posiblemente el más tierno y lacerante. El más desencantado. El que mejor refleja nuestra imposibilidad o insensatez metafísica:

“Hay cuatro leyendas referidas a Prometeo. Según la primera, fue encadenado al Cáucaso por haber revelado a los hombres los secretos divinos, y los dioses mandaron águilas a devorar su hígado, que se renovaba perpetuamente.
Según la segunda, Prometeo, aguijoneado por el dolor de los picos desgarradores, se fue hundiendo en la roca hasta hacerse uno con ella.
Según la tercera, la traición fue olvidada en el curso de los siglos. Los dioses la olvidaron, las águilas la olvidaron, él mismo la olvidó.
Según la cuarta, se cansaron de esa historia insensata. Se cansaron de los dioses, se cansaron las águilas, la herida se cerró de cansancio.
Quedó el inexplicable peñasco.
La leyenda quiere explicar lo que no tiene explicación. Como nacida de una verdad tiene que volver a lo inexplicable”.

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Reconozco que habrán de ser el exceso -o quizá la falta- de cafeína, bromuro y pentotal, pero en algunas ocasiones me encuentro lúcida e indiscutiblemente adentro del verdadero misterio. Es una visión momentánea en que la realidad deja de ser una representación de mi conciencia para convertirse ésta en una diáfa y fugaz parte de ella. Desaparecen las tres dimensiones y se convierten en sólo una. Sin tiempo y sin yo. Al menos sin el yo laberíntico y retorcido (prisionero de sí mismo) de todos los días. Todo pierde plácidamente valor hasta el infinitesimal grado de la nada y la felicidad. La alegría de una mente a la que se ha desvelado todo enigma posible. No sé en qué consiste, ni creo necesario indagarlo -fuésemos a pervertir el recuerdo- pero en esos instantes ninguna pregunta ni realidad ni persona tienen la más mínima capacidad de afectarme.
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