Aquí, enredado con José María Caín Marchenoir, 'el desesperado'. Un artista, sí, pero al modo de Kierkegaard y no de Rimbaud. Una repugnacia por el siglo que roza con el arte más sublime o con el misticismo. Una voluntad de infinito en lucha con la propia constitución biológica más cercana, aunque siempre disconforme, a lo mundano.
El lenguaje del libro de Leon Bloy es, quitando algunos párrafos geniales, un poco recargado. Creo que el libro ganaría mucho leído sin tanto oropel y sin la referencia directa a ese Dios y Cristianismo Puros e Imposibles.
También podría leerse, simplemente, en clave del genio, por definición indigente y enemigo (derrotado) de la mediocridad, por definición, triunfante.
Encantadoramente inocente su apología de la Gran Cartuja... No estáría mal, no, pero ¡la Cartuja no es el Jardín!
martes, 27 de mayo de 2008
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