sábado, 11 de abril de 2009

Bernhard (2)

Leerlo, pensarlo, leer y pensar hasta el final lo que no tiene ni origen ni meta. Ciertas voces encuentran su eco en la página maldita del austriaco maldito, maldecido por la insana y maldita Austria. Reconocer a Bernhard en sus escritos... eso está bien pero es algo externo, artificioso e insuficiente. Reconocerte tú realmente y a tu modo real y biológico en los escritos de Bernhard, en la torre de negra del deseo y la inteligencia de Amras... eso es más valioso, y más peligroso. No quedan fuerzas para nada más, acaso para el paso definitivo. La literatura, la indiscreta literatura (de la que la realidad, tu realidad, tu ser biológico y enfermo, copia los pasos a ciegas) la malsonante literatura altamente difícil de leer porque el mensaje lo pones enteramente tú, aturdido y dolorido (no es lo mismo leer feliz 'Sí' con 20 años que 'Amras' vencido con 45), partido, ciego de ti mismo y de los demás y de todos los libros y todos los rostros y todos los amaneceres, clásico ya de tu misma muerte.

El peligro mortal es no ser capaz de distinguir a Bernhard de tus propias ideas, o Amras de tu infecto nicho biológico, ni éste de tu alma. Ni la salud de la enfermedad. El frío segador de haber dejado a años luz de distancia los sueños de justicia, de felicidad, de libertad, de 'tú mismo'. El peligro mortal es escuchar la sentencia de muerte de tus propios labios y saber que es merecida y que no es justa y que no hay apelación, un aplazamiento en todo caso y a costa de escuchar infinitas veces en infinitas voces las misma palabras condenatorias.

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