Seré muy breve. El dogmatismo, el fanatismo, la molicie, el egoísmo, el materialismo grosero, y demás enemigos de la racionalidad humana posible y deseable yo los entiendo como lo instintivo, porque nos acercan a la bruta animalidad selvática, y su órgano serían el estómago y los genitales. En cambio, cuando hablo de la voluntad (que radica en el hígado) y de los sentimientos (en el corazón) me refiero a eso que además de la razón nos convierte en seres humanos.
Entiendo que está el problema de cómo hacer que esta voluntad y sentimientos sean siempre positivos y no destructivos de lo humano. Cuestión abierta, lo reconozco. Pero esta dificultad no justifica dos errores que suelo apreciar en mis amigos ilustrados. No deben confundirse los sentimientos y la voluntad con los instintos, y, en segundo lugar, no ha de dejarse sola a la razón -en su formalismo propiciador del diálogo- al timón del barco social o personal.
El solo formalismo -Kant, Habermas- es presa fácil -a los hechos me remito- de todo dogmatismo bárbaro y deshumanizador.
La razón y su desarrollo formal (las sagradas leyes del respeto y el diálogo) no son nada si no están al servicio de la voluntad de ser hombres (no bestias, ni pirañas ni bueyes) y el sentimiento de la compasión.
Decir todo esto de nada vale, ya lo sé. Soy escéptico al respecto de la posibilidad de la educación de los ciudadanos. Pero es hasta donde sinceramente puedo llegar en esto de la polis posible.
Pd. De Sócrates siempre se ha dicho que la fortaleza de su personalidad es la debilidad de su filosofía.
domingo, 6 de enero de 2008
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