domingo, 6 de enero de 2008

Ilustración y democracia

Hay ciudadanos muy capaces y decentes que se empeñan en combatir la imbecilidad con la razón. ¡La Ilustación tiene sus límites! Los que marcan el corazón y los instintos (el azar y el ADN) de muchos -me temo que la mayoría en nuestra confortable sociedad. Ninguna ilustración cambia el carácter, o lo hace muy lentamente -entiéndase a varias generaciones vista.
Es cierto que el germen ilustrado está ahí y que hay que defenderlo de la canalla animalizada en que nos hemos convertido, pero me temo que ninguna fórmula interilustrados es suficiente. Más aun, puede que sea otra coartada para tanta dañina simplicidad. No digo esto contra nadie, y bien saben los dioses lo que aprecio los esfuerzos de tantos, pero, ya les digo, no es esta la vía. Hacer real la democracia sería el inicio de la solución, pero, y aquí va lo políticamente incorrecto, una verdadera democracia es exigente, muy exigente, y que se bajen del carro quienes no estén a la altura.
Algo así, pero sin tener que enfrentarse al prejuicio de nuestra democracia facilona, debió pensar Kant. La propuesta kantiana es actualizable y mejorable desde Habermas, por ejemplo, y desde el existencialismo (el hombre rebelde Camus), pero a la fecha actual la propuesta kantiana de la libertad política posible como efecto de la libertad moral real no ha sido superada por ninguna otra.
¿Entienden ustedes por qué no quiero hablar de cuestiones políticas y sociales, ni caer en el rodeo de la politología y la sociología? Mi opción personal, que no contradice lo ya dicho pero que tampoco lo desarrolla, es más introvertida, como la del helenismo, la del 'ideal del sabio', a ser posible el epicúreo. Igual llegan tiempos mejores en que la racionalidad y los nobles sentimientos son posibles y caen sobre algo más que endurecidas y complacidas cáscaras.

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