Hay viajes de los que no se puede volver ni llegar salvos.
Hay viajes –y estamos embarcados irremisiblemente-
que fuera mejor no haber emprendido.
La vocación oculta y vergonzante de todo hombre recio
es el miedo (la valentía y el deseo sexual son formas
que lo ocultan), el miedo atroz de mirarse al espejo
y ver los años pasados y los venideros, los propios
y los de la especie entera, en su cadavérica verdad.
Hay viajes –y estamos embarcados irremisiblemente-
que fuera mejor no haber emprendido.
La vocación oculta y vergonzante de todo hombre recio
es el miedo (la valentía y el deseo sexual son formas
que lo ocultan), el miedo atroz de mirarse al espejo
y ver los años pasados y los venideros, los propios
y los de la especie entera, en su cadavérica verdad.
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