miércoles, 9 de enero de 2008

De León Felipe, porque me apetece

Porque me apetece os paso un par de fragmentos de León Felipe, y más bajo algún poema suyo.


"Un poema es un testamento sin compromisos con nadie y donde no hay disputas ni con el canónigo ni con el regidor. Donde no hay política. A la hora de la muerte, no hay política. Ni polémica tampoco. Polémica ¿contra quién? Como no sea contra Dios… Porque delante del poeta no están más que el misterio, la Tragedia y Dios. Detrás quedan los obispos y los comisarios. Y para tener polémica con ellos tendrían que dar un paso hacia delante y tirar la mitra y los galones. El poeta va descubierto y sin adjetivos. Es el hombre desnudo que habla y pregunta en la montaña, sin que le espere ya nadie en la ciudad. Habla siempre del círculo de la muerte y lo que dice, lo dice como si fuese la última palabra que tuviera que pronunciar. La muerte está tumbada a sus pies cuando escribe, esperando a que concluya. Y cuando ya no tenga nada que decir, nada que confesar, la muerte se pondrá de pie y le dirá, cogiéndole del brazo: ¡vámonos!. (…) Las tribunas proletarias y los púlpitos no son más que guillotinas del amor. Del amor que el poeta salva día tras día de la rueda mecánica de las oratorias y de la bocina de las propagandas. El poeta va recreando con su angustia viva, las esencias vírgenes que matan sin cesar el político y el eclesiástico, esos hombres que piensan que ganan todas las batallas y dejan siempre seco y muerto el problema primario de la justicia del hombre.
Cuando todas las demagogias han manchado de baba las grandes verdades del mundo y nadie se atreve ya a tocarlas, el poeta tiene que limpiarlas con su sangre para seguir diciendo: aquí está todavía la verdad. ¿Por qué no hay zapatos para todos?. Las biblias las hacen y las renuevan los poetas; los obispos las deshacen y las secan; los políticos las desprecian, porque piensan que la parábola no es una herramienta dialéctica."



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Fórmula de Prometeo.
"Por hoy y para mí, la Poesía no es más que un sistema luminoso de señales. Hogueras que encendemos aquí abajo, entre tinieblas encontradas, para que alguien nos vea, para que no nos olviden. ¡Aquí estamos, Señor!
Y todo lo que hay en el mundo es mío y valedero para entrar en poema, para alimentar una fogata. Todo. Hasta lo literario, como arda y se queme.
Y no vale menos un proverbio rodado que una imagen virginal; un versículo de la Revelación que el último slang de las alcantarillas. Todo buen combustible es material poético excelente.
(…) Esta es mi estética, vieja y perdurable aún. Vieja porque fue escrita antes de la tragedia actual del mundo, y perdurable porque dentro de las tinieblas de esta tragedia me sigue pareciendo la única: la estética de un barco perdido entre la niebla. Hoy más que nunca es para mí la Poesía fuego organizado, señal, llamada y llamarada de naufragio. Y todo buen combustible es material poético excelente. Todo. Hasta la prosa. La prosa aquí, ahora, no es ni excipiente ni exégesis tan sólo. Es un elemento poético que gana calidad no con el ritmo sino con la temperatura. La línea de la llamada es hoy la línea organizadora y arquitectónica del poema. El fuego tiene ahora una lógica y una dialéctica propias, lo mismo que la razón. La imagen vale tanto como la ley, pero la imagen encendida. La Poesía de esta hora, para ganar un lugar en la avanzadas del conocimiento, no ha de ser ni música ni medida, sino fuego."
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EL HACHA (Elegía española)

A los caballeros del hacha,
a los cruzados del rencor y del polvo…
a todos los españoles del mundo.

¿Por qué habéis dicho todos
que en España hay dos bandos,
si aquí no hay más que polvo?

En España no hay bandos,
en esta tierra no hay bandos,
en esta tierra maldita no hay bandos.
No hay más que un hacha amarilla
que ha afilado el rencor.
Un hacha que cae siempre,
siempre,
siempre,
implacable y sin descanso
sobre cualquier humilde ligazón:
sobre dos plegarias que se funden,
sobre dos herramientas que se enlazan,
sobre dos manos que se estrechan.
La consigna es el corte,
el corte,
el corte,
el corte hasta llegar al polvo,
hasta llegar al átomo.
Aquí no hay bandos,
aquí no hay bandos
ni rojos
ni blancos
ni egregios
ni plebeyos…
ni plebeyos…
Aquí no hay más que átomos,
átomos que se muerden.
España,
en esta casa tuya no hay bandos.
Aquí no hay más que polvo,
polvo y un hacha antigua,
indestructible y destructora,
que se volvió y se vuelve
contra tu misma carne
cuando te cercan los raposos.
(…)
Español,
más pudo tu envidia
que tu honor,
y más cuidaste el hacha
que la espada.
Tuya es el hacha, tuya.
Más tuya que tu sombra.
Contigo la llevaste a la Conquista
y contigo ha vivido
en todos los exilios.
Yo la he visto en América
-en México y en Lima-
Se la diste a tu esposa
y a tu esclava…
y es eterna maldición de tu simiente.
Tuya es el hacha, ¡el hacha!,
la que partió el Imperio
y la nación,
la que partió los reinos,
la que partió la ciudad
y el municipio,
la que parte la grey
y la familia,
la que asesina al padre.
-¡Alvargonzález,
Alvargonzález, habla!-
Bajo su filo se ha hecho polvo
el Arca,
la casta,
y la roca sagrada de los muertos,
el coro,
el diálogo
y el himno…
el poema,
la espada
y el oficio…
la lágrima,
la gota
de sangre
y la gota
de alegría…
Y todo se hará polvo,
todo,
todo,
todo…
polvo con el que nadie…
¡nadie!
construirá jamás
ni un ladrillo
ni una ilusión.
(…)
Nadie tiene aquí lágrimas…
¡pero tampoco risas!
Aquí no hay lágrimas
ni risas…
Aquí no hay más que polvo.
¡Quitaos esas máscaras!
Nuestro símbolo es éste: el hacha.
Marcaos todos en la carne del costado
con un hierro encendido,
que os llegue hasta los huesos
el hacha destructora…
Todos,
Diego Carrión,
Pero Bermúdez,
todos…
El Hacha… es la divisa.
Y vamos a dormir,
a descansar en el polvo,
aquí,
en el polvo y para siempre.
No somos más que polvo.
Polvo,
polvo,
polvo…
Nuestra es el hacha,
el hacha y el desierto…
el desierto amarillo
donde descanse el hacha,
cuando no queda ya
ni una raíz,
ni un pájaro,
ni un recuerdo,
ni un hombre…
España,
¿por qué has de ser tú madre de traidores
y engendrar siempre polvo rencoroso?
Si tu destino es éste,¡que te derribe y te deshaga el hacha!.
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Al principio de mi antología (ahora en reconstrucción) del gran poeta zamorano, escribí hace ya demasiado lo siguiente... me sigue pareciendo acertado: una metafísica y una mecánica del llanto necesario. Una estética de la meditación y la clara y a veces monótona exposición. Un posicionamiento político de la justicia y de la libertad más primarias; una política de antes de las ideologías profesionales y de los profesionales de la política y la religión. De antes de la teología, de cuando algunos hablaban de verdad con Dios. También un hondo e insuperable amor y desprecio a lo español como mediocre posibilidad histórica y antropológica.
Todo esto llama la atención en los versos de este afanoso –irónico e inquieto- castellano sin patria que el destino y nuestro cainismo llevó a América.
Los manuales de historia y crítica literaria, demasiado cabalísticos y apresurados, no sitúan a León Felipe ni en la del 27, ni en las de antes ni después. Ahí lo dejan, un poco después de Miguel Hernández y antes de Celaya y Otero (¡!)

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